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De la Antropocracia

La Antropocracia es una corriente para universalizar al hombre, es un medio para lograr el bienestar del individuo, es un idioma universal entre los nuevos hombres y mujeres del mundo, es la llave de la próxima civilización, es colocar al hombre en el lugar que le corresponde, es un camino angosto que lleva a un objetivo bien definido; es un sacrificio de dos generaciones, porque esta generación es indiferente y la siguiente será incrédula; hasta la tercera generación se vería el fruto.

Por universalizar entendamos dignificar al hombre y hacerlo practicar valores universales. Que este dignificar y práctica se encuentren presenten en cualquier enseñanza, dentro y fuera de escuelas y universidades, dentro y fuera de la familia, en cualquier actividad humana; así mismo, que las leyes estén hechas para el hombre, no que los individuos sean presa de las leyes; que el hombre gobierne al hombre, no los partidos ni sólo un  hombre; la forma de gobierno y su funcionamiento debe ser universal, las necesidades de los seres humanos son las mismas en cualquier rincón del mundo; que el pensamiento, como función generadora de principios sean los propulsores que tiendan a elevar al ser humano a niveles más cercanos al de la perfección. Podría decirse que esto sería la utopía de las utopías. ¿Es posible? Sí, es posible. Solamente falta que el hombre quiera renacer. Hoy día estamos lejos de esto último pero más cerca de la extinción del género humano  sobre la tierra, este mundo que habitamos.

Adoptar un sistema antropocrático es como reconstruir una casa. El tejado debe ser quitado, teja por teja, madero por madero, sin romper las tejas y sin romper los maderos; los muros deben ser derribados, ladrillo por ladrillo; las tejas, maderos y ladrillos servirán para la nueva casa; los soportes deben ser destruidos; los cimientos no deben ser destruidos, porque los cimientos son la raíz del árbol, y  la raíz, los cimientos del hombre. Hombre y casa necesitan cimientos, árbol y hombre necesitan raíces. Reconstruir una casa no es adicionar, ni adornar, ni encalar la fachada; reconstruir es volver a construir, es edificar otra casa sobre la misma tierra. Reconstruir al hombre es volver a construirlo. Y ¿quién será el arquitecto para realizar esto? Sólo hay una respuesta: el hombre, solamente el hombre.

La Antropocracia es el fruto de modificar las leyes y la enseñanza académica, de rescatar los valores indiscutibles, de cuestionar y rectificar las costumbres de los pueblos, de reencauzar el pensamiento; en una palabra, de reconstruir al hombre. Si hablamos de una reconstrucción ¿estamos hablando de una reforma del género humano? ¿Hablamos de humanizar al hombre?   ¿Lo permitirá? No es cuestión de invención sino de voluntad, de una voluntad que contraponga al varón contra el varón, a la mujer contra la mujer, al anciano contra el anciano, al niño contra el niño; al hombre contra el hombre. Que el hombre juzgue al hombre. Ha llegado el momento del juicio del hombre.

He mencionado la enseñanza en escuelas y universidades, no como el líquido que le da vida a una planta sino como el aguafuerte que corroerá las entrañas del hombre. Es tiempo de que en los centros de enseñanza del mundo, a todos los  niveles, renazca un nuevo humanismo que perdure por diez mil años o más; un surgimiento de un humanismo como no ha existido en el mundo, un humanismo que como mágica sinergia esté moldeado con todas las bondades de las mil y una filosofías inventadas por el hombre.

Dirigir al hombre hacia la Antropocracia es manejar la más grande de las sinergias, la más noble y la más difícil, es poner en marcha todas las disciplinas que apuntalan al hombre, donde la filosofía juegue el papel más importante, dicho sea de paso, con esto se echa por tierra aquello de que la filosofía ha llegado a ser inútil; ahora es más útil que nunca.

He aquí, pues, la más grande tarea para cualquier pensador con mente universal; esto sería el gran examen para la filosofía, que, en caso de reprobarlo, se le exigió demasiado.

Aunque parezca imposible debe renacer la moral en el seno familiar. Hoy, cualquier familia en el mundo está en crisis; para no estarlo sería necesario que viviera aisladamente, pero no es así, basta con recibir la influencia de su entorno para que sean modificadas sus estructuras. Haciendo una proyección de lo particular a lo general es fácil deducir que si el núcleo familiar está en crisis lo está la sociedad, y más allá lo está el mundo. El problema no es necesario conocerlo sino resolverlo, encauzando el deber en el seno familiar, muy ajeno a propósitos religiosos y políticos particulares. En el terreno laboral es imperativo que las organizaciones

mundiales del trabajo, internacionales o de cualquier país promuevan la modificación de las leyes de la materia a fin de que consideren al individuo, hombre o mujer, como un fin y no como un medio para la producción. Con leyes antropocráticas son innecesarios los sindicatos en cualquier rincón del mundo.

Hablar del hombre como individuo o como parte integrante de una sociedad es hablar de sus formas de gobierno. El gobierno antropocrático no es el mejor de las formas de gobierno que hoy día existen en el mundo; sin embargo, debo reconocer que la corriente que denominamos democracia es la antesala de la Antropocracia, no porque tiene que vivirse aquélla para llegar a esta última, sino sólo para saber hacia dónde se dirige.                                                                                                                                (Continúa en Cap. II-B)

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