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Del Humanismo

Si nos remontamos unos quinientos años, llegamos a los hechos ocurridos a mediados del siglo XV. Para algunos, por no decir muchos, renacimiento y humanismo significa lo mismo. No son lo mismo. El renacimiento, como su nombre lo indica, fue el renacer, el resurgimiento de lo clásico griego, de lo clásico romano, un hecho cultural de gran trascendencia que perdura hasta nuestros días, principalmente en las artes, no así en la política o en otras ramas de la actividad humana. Por contra, el humanismo fue la preocupación de lo humano, un reencuentro con el hombre, pretendía ser antropocéntrico, no cumplió cabalmente su cometido, el lastre de los milenios lo anclaron al pasado, se quedó corto, y corto o inconcluso permanece hasta nuestros días a pesar de haber atravesado esa etapa extraordinaria del siglo XIX, concretamente me refiero a la Francia inmediata anterior al último de los Luises.

Muy atrás, había quedado la llamada edad media, obscura, fría, lúgubre, cuyos hombres y mujeres se movían como cabras dispersas en una noche de tempestad, alumbrada sólo por una luz, el farol de la religión. Las ha habido tan inhumanas que en pleno renacimiento y muchos años después de surgir éste, equivalía lo mismo quemar a un hombre o mujer en la plaza pública o en otras, arrancarle el corazón a los hombres o mujeres sobre una piedra de sacrificios.  Hoy, ya no se arrancan corazones ni se queman seres humanos, el hombre civilizado utiliza otros métodos.

Aquel humanismo del mil cuatrocientos y aquel pensamiento francés del mil setecientos tuvieron una visión corta. La historia y el entorno hicieron que se olvidaran del hombre, del ser humano; los hechos están a la vista en cualquier rincón del mundo, ayer y hoy; casi todas las corrientes de pensamiento son presas de la historia, de una historia de seis mil años; demasiado tiempo y demasiados errores. Hoy, en la antesala de otro milenio, o se forja una nueva mentalidad en el hombre o queda prisionero en un camino sin fin.

A través de la historia es fácil comprobar que el mundo se acuerda del humanismo cuando el hombre se encuentra inmerso en una crisis. Si una religión se encuentra en crisis, surge otra y aquélla muere; si la hay en la política, se instala la guillotina y asunto terminado; que si en lo económico, surgen los monopolios y sus consecuencias; en lo moral, se hacen a un lado los valores y se recurre a lo más primitivo, la magia. Pero cuando hay conjunción de varias crisis, lo único que queda es que el hombre cambie su modo de pensar y actuar, y la solución es una nueva revolución; mas no revolución en el sentido bárbaro, primigenio e inhumano, sino en una re-evolución. Revolución del pensamiento, revolución de la razón, revolución del hombre. Y las revoluciones de sangre y llanto ¿dónde quedarían? En el olvido, en el pasado, en el otro hombre.

Hablar de humanismo es hablar de una humanidad solidaria, pero el hombre ha borrado los principios de su mente. Desde hace dos mil años ha escuchado aquello de amarás a tu prójimo como a ti mismo, doctrina, que de seguirla, nos hace responsables unos de otros; esto es característica de la solidaridad. Los griegos hablaban de la amistad natural de todos los hombres, que también está en la base de la solidaridad; es célebre aquélla frase doscientos años A.C: hombre soy y nada de lo humano puede resultarme ajeno; Cicerón dijo también por aquel entonces: la naturaleza dicta que el hombre mire por el hombre, cualquiera que sea su condición, por ser precisamente hombre; pero fue Marco Aurelio quien llevó más lejos el sueño de una humanidad solidaria al decir: una es la substancia universal aunque se disperse en mil cuerpos individuales; y agregaba: soy un ser razonable que tengo dos patrias: Roma, en cuanto que soy Marco Aurelio y el mundo en cuanto que soy hombre, y estimo que el único bien es lo útil a mis dos patrias. Más recientemente, Santo Tomás de Aquino decía también que el hombre es por naturaleza amigo del hombre. Pero ese proceso fue interrumpido por aquello de que la solidaridad es un sentimiento contra natura del que se debe huir por el bien mismo de la especie; o también por otro que dice que todo hombre  es enemigo de todo hombre. Si el hombre es el enemigo del hombre y el hombre es el lobo del hombre se puede entender que todos los demás hombres son los lobos o son mis enemigos; o que mi enemigo o lobo es el hombre que tengo enfrente; y en un plano general, que todos los hombres son lobos o enemigos entre sí. Llego a lo siguiente: el enemigo o lobo de un hombre es él mismo. Esa es la principal de las causas. Y aunque haya seguidores que están de acuerdo con esto último, la realidad nos dice que del camino de la solidaridad al camino de la competición es preferible el primero y lo hemos dejamo asentado como verdad.

Cabe dejar expuesto, cuál es el ideal del humanismo. La definición que me convence es: el ideal del humanismo es el encuentro del hombre con su esencia, que el hombre llegue a ser humano, que se desprenda de todo aquello que lo deshumaniza. El hombre debe avanzar caminando en tres pies; un pie llamado experiencia, otro llamado razón y otro pie llamado imaginación, y en el horizonte, como una estrella polar, un ideal. A veces, se apoya sólo en el primero, el avance es lento; otras, se apoya en el segundo, pero no avanza; a veces se apoya sólo en el tercero, el avance es muy rápido. Benditas las veces cuando el hombre ha avanzado en tres pies; pero el hombre es necio y quiere caminar con un solo pie, y camina a brincos, y cae. ¿Que este ideal es una utopía? Lo es. ¿Que es realizable? También lo es. ¿Que requiere de un gran sacrificio? Es necesario un gran sacrificio y mil más. ¿Que el hombre no está dispuesto a hacerlo? Allá él.

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